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lunes, 29 de agosto de 2011

SANTIAGO DABOVE, una obra más allá de la muerte.

  Santiago Dabove  fue un escritor peculiar, un caso no muy habitual en la literatura. Era amigo de escritores de fuste, solía frecuentar ámbitos donde el rico intercambio de ideas y palabras, tan solamente ya por esa circunstancia, sería mas que favorable para que se propusiera el publicar, hacerse conocer a través de la letra impresa y distribuída a través de un libro, pero no, jamás fue editado en vida y un único cuento suyo tuvo el honor de pertenecer a aquella legendaria Antología de la literatura fantástica, (1940), que sacaron a la luz, Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, un libro que es una suerte de Biblia vernácula del género fantástico. Ese cuento se llama Ser Polvo, una auténtica joya que lo elevó a la categoría de autor de culto, tanto para sus colegas como para los lectores aficionados a ese tipo de narraciones.´


 
  Probablemente, Dabove descreyera de la literatura como medio para trascender y no le interesase más que ejercerla como un placer privado, íntimo y para ser compartido entre iguales. De esa forma se podría explicar que, en una época de calurosos fervores literarios que hasta llegaban a dividir aguas entre seguidores y militantes del “realismo social” o del “arte por el arte mismo”, unos encuadrados en el grupo de Boedo y los otros en el de Florida, calles donde se agrupaban según su ideología, Dabove transitara por ambas corrientes pero sin mezclarse en ellas y solo cultivara una auténtica amistad de mutua admiración con otro similar, como lo era Macedonio Fernández. A ambos le gustaba más el juego de caminar por el borde con mirada burlona, lúcida y muy inteligente, que el tomar a la literatura como oficio y tal cual lo definiera el crítico literario Jorge Calvetti,  Dabove "alguna vez debió de haberse asomado a ese bisel azul e inteligente del mundo donde la realidad es doble y la materia entrega su ola última, restallando, como los látigos. Seguramente por eso pudo percibir lo que no todos hemos visto; por eso denotaba la inquietud, el inconformismo y la tristeza que sólo puede mostrar un hombre que ha perdido la esencia de sus días".

  Y era un tipo raro este Dabove. Nacido en Morón en 1889, no tenía al quehacer literario como su única y principal afición, además de ser un muy buen violinista, un músico formando en el conservatorio, empleado en un hipódromo, ser poeta, narrador y ensayista, le gustaba frecuentar el mundo de la metafísica donde se internaba junto a Macedonio Fernández y su hermano, Julio César, en densas charlas únicamente iluminadas por la luz mortecina de una vela y que se extendían a lo largo de los  atardeceres sabáticos de su Morón natal, estableciendo un grupo al que dieron en llamar Triquía y que podía ampliarse a otras personas, según donde fuera el lugar de reunión. Esta actividad parece quedar referenciada en un párrafo de su cuento El espantapájaros y la melodía, cuando dice que: “Hartos de mate, de discusión y de cigarrillos, nos venía bien un intervalo de reposo y silencio, como le viene bien a un charlatán y fumador entrar en una iglesia y refrescar su cabeza al sacarse el sombrero y hacer descansar su garganta irritada de tanto humo y tanta charla. Nos sentamos alrededor de la mesita, Juan y Rodolfo Valle, Román, Ricardo y Alejo. Este último se volvió a levantar para apagar la luz eléctrica y encender una lamparita a la que graduó la mecha para que quedáramos en la penumbra".


  Sin mucho entusiasmo y casi por obligación de relación amistosa, fue que Dabove le concede a Borges la afirmativa para que éste, junto a Bioy y la Ocampo, pueda incluirle su cuento Ser polvo en la lista de narraciones a ser publicadas en la Antología de la literatura fantástica y únicamente luego de su muerte, acaecida en Morón en 1952, algunos amigos consiguen, con el aval del ya reconocido Borges, recopilar sus escritos y darlos a conocer con la edición del libro La muerte y su traje, en el año 1961.

  La muerte y su traje es su singular, única y póstuma obra editada. Toda ésta  conforma un libro notable y misceláneo, que agrupa en mayor parte a sus cuentos, además de poemas, ensayos y aforismos, entre otros escritos,  surge en ellos con claridad la presencia de la muerte como la obsesión que desvelaba a un autor de inspiración magnífica y muy personal.





Dejamos un fragmento de Ser polvo y un enlace donde se puede leer este cuento en su totalidad:



















Ser polvo

¡Inexorable severidad de las circunstancias! Los médicos que me atendían tuvieron que darme, a mis pedidos insistentes, a mis ruegos desesperados, varias inyecciones de morfina y otras sustancias para poner como un guante suave a la garra con que habitualmente me torturaba la implacable enfermedad: una atroz neuralgia del trigémino.
Yo, por mi parte, tomaba más venenos que Mitrídates. El caso era poner una sordina a esa especie de pila voltaica o bobina que atormentaba mi trigémino con su corriente de viva pulsación dolorosa. Pero nunca se diga: he agotado el padecimiento, este dolor no puede ser superado. Pues siempre habrá más sufrimiento, más dolor, más lágrimas que tragar. Y no se vea en las quejas y expresión de amargura presentes otra cosa que una de las variaciones sobre este texto único de terrible dureza: "¡no hay esperanza para el corazón del hombre!". Me despedí de los médicos y llevaba la jeringa para inyecciones hipodérmicas, las píldoras de opio y todo el arsenal de mi farmacopea habitual.
Monté a caballo, como solía hacerlo, para atravesar esos cuarenta kilómetros que separaban los pueblos que con frecuencia recorría. 


Ser polvo  http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/dabove02.htm

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