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viernes, 26 de agosto de 2011

María Elena Walsh, desde Ramos Mejía.

Un primero de febrero de 1930 nacía en Ramos Mejía, María Elena Walsh, hija de un gringo inglés que como otros trabajadores del lejano Ferrocarril del Oeste, aquel que comenzara el primario tendido de la red de trenes a fines del siglo XIX en la Argentina, elegía para vivir un lugar que le estuviera cercano a sus labores.

  Esa niña rubia y pecosa, comenzaría así a crecer en el ámbito de un gran caserón con limoneros fecundos, gallineros poblados, rosales, naranjos en flor, gatos, su perro pomerania de color negro y una amplia y frondosa higuera que la acogía bajo sus ramas y donde la niña se iniciaría en su primeras lecturas de libros de aventuras, escapándole a la rutinaria siesta impuesta por sus mayores. En esa Ramos Mejía pueblerina, casi rural, de la cual quedan ya muy pocos rastros perdidos en esta gran ciudad que es hoy, esos tiempos serían testigos del inicial camino de María dentro del que iría a ser un largo y prolífico derrotero por el arte. Ya a sus diecisiete años, antes de finalizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, escribe su primer libro Otoño imperdonable, con el cual ganaría el segundo lugar en el Premio Municipal de Poesía, habiendo publicado sus primeros poemas un tiempo antes, en la mítica revista El Hogar, y en el diario La Nación.

  Tímida y de carácter rebelde, criada dentro de un hogar con padres que no le impondrían grandes restricciones y donde gozaba de un clima de mayor libertad que otras jóvenes de clase media de esa época, la Walsh comienza a frecuentar distintos círculos literarios, mientras desarrolla sus estudios universitarios, publica ensayos y sigue con su labor poética, la cual no tarda en cosechar los elogios de consagrados poetas y escritores hispanoamericanos. Es así que en 1947 viaja a los Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez.

  Llegados los años ’50, luego de haber publicado el libro Baladas con Ángel decide autoexiliarse en París y junto con la artista Leda Valladares, inicia su incursión por el folclore argentino y ambas forman el dúo Leda y María, presentándose con éxito en diversos escenarios franceses y grabando el disco Le chant du Monde, mientras que en forma paralela desarrolla su otra pasión y con la cual se hiciera tan famosa y admirada por distintas generaciones de docentes, padres y niños, tanto en la Argentina y el resto de América, así como en buena parte del mundo: sus poesías, textos y canciones infantiles. constituyen obras que van trascendiendo desde lo tradicional y didáctico, el pasar de los años y las modas hasta nuestra actualidad,  trasmitiéndose por adultos que las conocieron de niños a sus propios hijos luego.

  Realizó además recitales unipersonales para adultos. En 1962 estrenó en el Teatro San Martín, Canciones para mirar, que luego grabó con el sello discográfico CBS. Al año siguiente estrenó Doña Disparate y Bambuco, representada muchas temporadas en la Argentina, América y Europa. En los años ‘60 publicó, entre otros, los libros El reino del revés, Cuentos de Gulubú, Hecho a mano y Juguemos en el mundo. En los ’70 volvió al país y en  1971 María Herminia Avellaneda la dirigió en el filme Juguemos en el Mundo. También escribió guiones para televisión y los libros Tutú Maramba, Canciones para mirar, Zoo Loco, Dailan Kifki y Novios de Antaño.

En 1985 fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y, en 1990, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba y Personalidad Ilustre de la Provincia de Buenos Aires. En 1994 apareció la recopilación completa de sus canciones para niños y adultos y, en 1997, Manuelita ¿dónde vas?

  Mujer de convicciones, de fuerte personalidad y de un pensamiento que no eludía el análisis de su tiempo, a través de su obra, sus opiniones y sus artículos periodísticos, muchas fueron las miradas críticas que esta artista fue vertiendo en ellos, sin escaparle a las polémicas cuando denunciaba realidades que podía observar e inmersa en la época histórica en que le tocó vivir.

Un diez de enero de 2011 y a la edad de 80 años, María Elena Walsh muere en Buenos Aires, su obra y su recuerdo nos queda para siempre.


...

Dos poemas suyos.




Oración a la justicia


Señora de ojos vendados
que estás en los tribunales
sin ver a los abogados,
baja de tus pedestales.
Quítate la venda y mira
cuánta mentira.

Actualiza la balanza
y arremete con la espada,
que sin tus buenos oficios
no somos nada.

Lávanos de sangre y tinta,
resucita al inocente
y haz que los muertos entierren
el expediente.

Espanta a las aves negras,
aniquila a los gusanos
y que a tus plantas los hombres
se den la mano.

Ilumina al juez dormido,
apacigua toda guerra
y hazte reina para siempre
de nuestra tierra.

Señora de ojos vendados,
con la espada y la balanza
a los justos humillados
no les robes la esperanza.
Dales la razón y llora
porque ya es hora.



 Paisaje de elegía

No escuches mi dolor, tú que me heriste.
No te reclama ya ningún acento.
Sólo en mi corazón la sangre es triste.
( ¡Oh lentas calles del otoño lento! )

No te requiero un sólo mandamiento.
-Tú que me niegas, tú que no me diste-.
No sientas esta muerte que yo siento.
(¡Oh tristes voces del otoño triste!)

Que sólo a mis entrañas se refiera
este clamor, este importante frío.
Quiero que no te alcance este lamento.

Pero si alguna vez te desespera
un gran silencio, es el silencio mío.
(¡Oh lentas sombras del otoño lento! )

María Elena Walsh.




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